La Batalla de Sigüenza. Este libro narra, por primera vez después de 75 años, la historia de la batalla de Sigüenza, tal y como sucedió. Es un microcosmos de la contienda española en el que se reviven, día a día, los tres meses de guerra durante los que esta ciudad se mantuvo fiel a la República, así como el dramático sitio a su Catedral por los sublevados, con más de 700 personas dentro, entre los que se encontraban mujeres y niños, además de los brutales bombardeos sobre la ciudad de la aviación nazi, como un ensayo para el bombardeo de Guernica.
Sigüenza en la Guerra Civil.
En 1936, durante la Guerra Civil el bando republicano, que había entrado en la ciudad el 25 de julio, mantuvo en la ciudad una guarnición comandada por el anarcosindicalista Feliciano Benito formada por 700 milicianos de la CNT y un puñado de trabajadores del ferrocarril de la UGT y milicianos del POUM. Eustaquio Nieto Martín, obispo de Sigüenza, fue fusilado el día 27 de julio.
En agosto de 1936 y comienzos de septiembre las tropas nacionales realizaron un intento frustrado de tomar la ciudad y efectuaron avances en enclaves cercanos como Riba de Santiuste, Imón o Huérmeces del Cerro.
La ofensiva final de artillería del bando nacional sobre la ciudad —con el apoyo de ataques aéreos alemanes, comenzó a mediados de septiembre; en octubre los 300 efectivos del bando republicano que quedaban, que no pudieron recibir batallones de refuerzo debido al asedio, se atrincheraron en la catedral durante una semana hasta su derrota cuando los supervivientes intentaron huir, en varios intentos los días 10, 12, 13, 14 y 15, del edificio, o también en última instancia negociar los términos de la rendición, a la postre incondicional, el 15 de octubre. La entrada definitiva de las tropas nacionales en la catedral, donde ya no quedaba nadie, se produjo el 16 de octubre.
El edificio de la catedral, que se convirtió en baluarte republicano en la ciudad, sufrió graves desperfectos; posteriormente la catedral también fue bombardeada por la aviación republicana. En marzo de 1937, justo antes de lanzar la ofensiva de la batalla de Guadalajara la ciudad fue centro de operaciones temporal del general Moscardó.
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